Fellow 2022
Antonio Villaroel
Región de Valparaíso
https://mitapuy.org/
antonio@mitapuy.org
Antonio es oriundo de Caracas pero su familia ha estado conectada
con Chile desde su infancia. Aunque estudió Filosofía en la Universidad
Católica Andrés Bello, su interés en el arte y el patrimonio de Venezuela
lo llevaron a formarse con artistas plásticos y aprender de ellos las
técnicas de la pintura y escultura. Canalizó su frustración por la situación
social y política del país en su pasión por el arte. Por sugerencia de una
profesora llegó a un material que lo encantó: plastilina, la cual acabó
siendo una gran inspiración y herramienta. Con sus obras en plastilina,
participó en salones y exposiciones, hasta que casualmente fue invitado
a hacer clases a un grupo de niños en un festival.
Fascinado con la experiencia, y patrocinado por fundaciones, decidió
llevar estas actividades como profesor invitado a colegios y museos,
donde se valió de su conocimiento en artes plásticas para hacer más
lúdica la difusión temprana del arte venezolano. Con ayuda de su familia
y amigos, fue afinando y enriqueciendo su propuesta con elementos
pedagógicos y de psicología del desarrollo, lo que a partir de 2009 se
transformó en Plastilinarte, su primer emprendimiento oficial.
Después de una larga visita a Chile y empujado por
la situación social, cerró local en Venezuela en 2016
y se vino a Concón, donde montó su centro de
operaciones. Desde allá, adaptándose a la realidad
chilena, volvieron a armar Plastilinarte.
Durante la pandemia, con ayuda de Vero, su pareja,
y sorteando toda clase de obstáculos prácticos,
lograron testear, validar y montar una propuesta que
adapta el modelo de Plastilinarte a una modalidad
digital, pero que además de darle un buen uso al
tiempo en pantallas con material seguro y de calidad,
promueve gastar más tiempo lejos de ellas, el uso de
la creatividad, curiosidad e investigación a través de
actividades enfocadas en la ciencia, el arte, la resolución
de problemas y el desarrollo de la narrativa. También
se propuso suplementar la educación en torno a las
habilidades blandas y las claves para enseñarle a un
niño a reconocer y manejar sus sentimientos, lo que
se trabaja poco en la escuela normal.
Este proyecto se llama Tapuy: casa mágica, y es un
juego de palabras entre vocablos del idioma nativo
pemón venezolano (casa) y del quechua (descubrir),
así Tapuy vendría a tener el doble significado
de “descubrir desde casa”; el “casa mágica” se lo
agregaron los niños.